lunes, 2 de marzo de 2009




La inocencia, condición propia de la infancia. Con los años la vamos perdiendo, quizás la perdemos a medida que ganamos experiencia, a medida que vamos comprendiendo como funciona el mundo, cuando vamos agotando nuestra capacidad de asombro...
Al autor y orador Leo Buscaglia se le solicitó una vez que fuera parte del jurado en un concurso. El propósito del concurso era encontrar al niño más cariñoso.
El ganador fue un niño de 4 años, vecino de un anciano cuya esposa había fallecido recientemente. El niño al ver al anciano llorar en el patio de su casa, se acercó y se sentó en su regazo.
Cuando su mamá le preguntó que le había dicho al vecino, el niño le contestó...
"Nada sólo le ayude a llorar"
La sencillez de sus palabras les dá la genialidad, la inocencia, lo que les hace ser niños. En nuestro mundo de inquietudes y vaivenes casi no hay lugar para ella. Sabemos que los Reyes Magos no existen, pero lo que no sabemos es que nuestra inocencia está en un abrazo sincero, en las verdaderas lágrimas que derramamos y secamos a otros, en la alegría, en el dolor... en nuestros sentimientos.

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